Amélie... Elle va changer ta
vié...
Pasear por las calles de Montmartre
de la mano de Amélie.
Paseando por el barrio bohemio de
la ciudad parisina, encontramos calles bañadas por multitud de cuadros. El arte
siempre está presente en el corazón del barrio. Miles de artistas dedican su
vida y su tiempo a deambular por las calles, buscando un rostro que pintar,
buscando esa magia de la que nace su inspiración.
Si quieres sentarte y dejarte
seducir por su magia, podrás hacerlo en las miles de terrazas y restaurantes
que bañan el barrio, entre ellos encontraras el Café Des Deux Moulins, donde te podrás sentir protagonista de la película,
entrar y recordar cada escena que se grabó en él. Sinceramente te sentirás como
en casa.
Quizás si te sientas y te limitas
a observar encuentres a alguien diferente, especial y distinto, esa persona,
esa y solo esa, que quizás te llame la atención. Se marchará y se perderá por
las calles de Paris. Esos ojos, esa cara, se desvanecerán. Un momento. A lo
mejor puedes hacer algo por remediarlo, quizás si te atreves a hablarle, todo podría
ser muy distinto y quizás, y solo quizás, dentro de un tiempo estés paseando de
su mano, por las calles de Montmartre recordando vuestro primer encuentro.
Recreando ese café, ese paseo por
las calles hasta llegar al Sacre Coeur, esas vistas de Paris tan increíbles que
se observan desde él; escuchando la música de miles de artistas mientras veis el
atardecer; ese retrato de vosotros dos gracias a un artista en la Place du Tertre;
la velada romántica que tuvisteis una terraza; su sonrisa, su voz, su cuerpo, su risa; y
vuestra complicidad, vuestra magia.
Recorriendo París solo hace falta
fijarse en las personas que pasean por las calles para darse cuenta de su
belleza. Las personas todas tan distintas entre sí, con sus peculiaridades, un
rasgo, un gesto e incluso una bonita sonrisa. Es bonito verlas pasear día a día
por las calles, pero es más bonito tener una foto de carnet, para no poder
olvidar nunca ese rostro. Un día un hombre me comentó que conocía a alguien que
las coleccionaba, un tanto raro y peculiar, pero con una chispa de encanto,
alguien que te puedes encontrar deambulando por la Estación del Este cargado de su álbum de fotos, ese alguien con
quien cruzas la mirada y te quedas inmortalizada por segundos, esa cara que vió
antes debajo del fotomatón de la estación de Metro Abbesse, el amor de Amélie,
Nino.
La Estación del Este, obra del arquitecto François Alexandre Duquesney
y del ingeniero Pierre Cabanel, fue catalogada en 1975 como monumento histórico.
Digna de contemplar, digna de mirar, digna de ser apreciada, mientras recuerdas
ese momento, ese instante, esa persona que cambiara por completo la vida de Amélie.
Pasará el tiempo en la vida de nuestra
protagonista. La vida ese precioso reloj en que cada minuto, cada suspiro es un
instante, una oportunidad nueva, una sorpresa, o una desgracia. Pero como dicen
por ahí, el reloj nunca se para y la vida siempre sigue. Y así siguió Amélie,
perdida como se nos pierde el tiempo entre las manos, hasta que un día se encendió
su bombillita. Ella tenía el álbum de fotos de Nino, álbum que estaría buscando
desde hace mucho tiempo, álbum que tenía que entregarle y su cabeza fue en busca de él.
Él irá corriendo a por su álbum,
a por sus personas perdidas y encontrará un álbum lleno de desconocidos que increíblemente
darán paso a conocer a una gran persona en su vida, ella.
Él cree que se citará con ella en
el tiovivo, pero no. Tras buscar con la mirada solo encontrará personas desconocidas,
de esas que él ya tiene tan estudiadas, pero no la verá. Ella no es tan fácil
de dejarse ver a la primera, ella no es corriente, ella es especial, por lo que
tendrá que seguir su juego, coger el teléfono y seguir sus indicaciones, que le
llevaran al mirador del Sacre Coeur.
Finalmente recuperara su álbum,
junto a una nota: ¿quiere usted
conocerme?
Y se da cuenta de que ya no le
importa el álbum. No, ahora le importa ella, la chica desconocida, la chica de
la máscara. Desesperado colgará carteles, con una única frase, ¿Dónde y
cuándo?, en la estación de metro de la línea 6 Motte-Picquet-Grenelle , sin
obtener respuesta, hasta que un día se da cuenta de que quizás su respuesta
esté en un lugar escondido y prueba a mirar en el fotomatón. En efecto allí la
encuentra.
Recorramos cada una de las
esquinas de Montmartre, tomemos un café en aquel bar imaginando que nos lo servirá
Amélie. Leamos esa nota encontrada en un fotomatón: Café les Deux Moulins, estaré allí a las 16h, vayamos a las 16h. Imaginemos
por una vez que esa nota es para nosotros, sintámoslo y demos la vuelta para
encontrarnos con la chica de la máscara.
Eres tú la de la foto? No, no soy yo. A veces el amor es complicado,
es difícil de entender. Cuando lo conseguimos, huimos dándonos la vuelta por la
vergüenza pero, en cambio siempre quedará esa chispa, esa magia que hará que le
dejemos una última nota, la cual nos llevará al fotomatón Estación del Este a
las 17h.
Sin embargo, esa nota no le llevará
a Amélie, sino a un enigma descifrado, encontrando así al fantasma de su álbum
como respuesta a la quedada. Ella le ayudará a descifrar la última pieza del puzle,
en secreto y lo dará por perdido.
Pero Nino hará todo para
encontrarla, no parará de buscarla en cada uno de los rincones de París..
Más lugares de interés:
La frutería Au Marché de la Butte, ubicada en la
Rue des 3 Fréres. En esta frutería trabaja Monsieur Collignon, un señor
ignorante con muy mal genio, que se meterá constantemente con Chico, su empleado.
Amélie acaba sintiendo tanto odio tras esta situación, que no se le ocurrirá
nada menos que vengarse de él a escondidas, desarrollando sucesos extraños en la casa del frutero.
Actualmente en esta frutería, además de comprar fruta y sentirnos como una más
en el barrio de Amélie, podemos comprar recuerdos y souvenirs de la película. La casa de Amélie, se ubica en la Rue 3 Fréres 56. En realidad lo único auténtico que tiene esta casa es su fachada. El interior no es real, sino que está creado en el estudio filmatográfico de la película.
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